Homilía en el Novenario de Fray Guillermo (Memo) Chaves, en Río Regado, Paraíso

Lectura: Hechos 5, 17-26; Salmo 34, 2-9; Juan 3, 16-21

Comentaba yo con varios compañeros, lo impresionante que fue la manifestación de cariño de tantísima gente que participó en el funeral del Padre Memo. La verdad es que no recuerdo de ninguna otra despedida, en que yo haya estado, que haya reunido a tan numerosa concurrencia.

Incluso bromeábamos luego diciendo que Memo nos fregó a muchos de los que quedamos porque puso el listón, la meta de asistencia al funeral tan alta, que no vamos a poder igualarla, ni de lejos, ni siquiera invitando (o “pagando”) a todas nuestras amistades de Facebook.

Algunos decían que se explicaba porque Memo trabajó con Encuentros Matrimoniales y ya solo ellos eran una multitud. Es cierto, como también que trabajó en Justicia y Paz, con migrantes salvadoreños, en Liberia, en San Carlos, en Pérez Zeledón, en el Colegio de Sion, pero la explicación no creo que se encuentre en que haya trabajado en muchos lugares, sino en la forma en que lo hizo, en las huellas que dejó en la gente.

En mis palabras del día del funeral, dije que a Memo se le podía aplicar el título del libro del padre Jesús Espeja, “Lo divino en la experiencia humana”. Memo fue en todo un testigo de cómo se manifiesta la presencia de la divinidad en la experiencia humana.

Ese título del libro dice muy claro cómo Dios ha querido manifestarse en la experiencia humana, tal cual es, sin idealizaciones, con sus altos y sus bajos, sus fortalezas y sus debilidades. Así veo que lo divino se manifestó en la experiencia humana de Memo. Es una manifestación de vida de alguien que participa ya en la resurrección de Cristo.

En las lecturas de este miércoles de la segunda semana de Pascua hay dos pensamientos que me parece que reflejan muy bien el ejercicio de la misión de Memo. En la primera lectura, san Lucas dice que tras liberar a los apóstoles que estaban en prisión, el ángel les dice: 20 “Vayan al Templo y anuncien al pueblo todo lo que se refiere a esta nueva Vida”. 21 Los Apóstoles, obedeciendo la orden, entraron en el Templo en las primeras horas del día, y se pusieron enseñar.” No les manda a moralizar, ni a hacer milagros, sino a anunciar lo que se refiere a esta nueva vida.

Creo que esto es lo que hizo a Memo tan querido: no era un profeta de desgracias, ni un predicador de amenazas, ni andaba diciéndole a la gente qué hacer y qué no hacer, sino que se dedicó siempre a anunciar al pueblo todo lo que se refiere a esta nueva Vida, la vida en Jesús resucitado. Un mensaje poderosamente positivo y seductor. Luego, en la segunda lectura, del evangelio Juan nos recuerda otro pensamiento clave de la fe cristiana: “16 Porque Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.17 Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo sino para que el mundo se salve por él.”  Confirma el texto anterior: el servicio apostólico es para que todo el que reciba el evangelio tenga la vida del eterno. A esto dedicó Memo su vida, poniendo al servicio, además, esa gran sensibilidad que lo caracterizaba.

(Añado este otro párrafo de mis palabras el día del funeral de Memo: “nuestro maestro dominico Jesús Espeja, que en la carta que te envió desde Madrid, apenas supo de tu paso a la claridad de la plenitud, te describe con gran acierto en pocos párrafos. Aunque él no lo dice exactamente así, creo que tanto su carta como tu poesía te revela como el hombre plenamente humano que fue capaz de descubrir la presencia de “lo divino en la experiencia humana”, como lo expresa el título del último gran libro del propio padre Espeja. No es poco piropo, en cualquier época, pero sobre todo en una como la nuestra, en que abundan miopes y pedantes intentos por encerrar la riqueza y vitalidad del Evangelio en reglas canónicas, en ritualización de los sacramentos, en banalización de lo religioso. Doy gracias, — estoy seguro de que con todos los aquí presentes—, por haberte dejado entre nosotros, como un rostro de la misericordia, como lo es, sin duda, el propio papa Francisco”

Además de dar gracias por todo lo que ha quedado en nosotros de la vida de Memo, vamos a hacer, en este momento, un gesto simbólico, de origen japonés, que él quiso para su funeral: “liberar las grullas”, como símbolo de paz.

Fray Jorge Arturo Chaves Ortiz, OP

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